Discurso Político
MANIFIESTO LANZADO POR EL
GENERAL EMILIANO ZAPATAVilla de Ayala, Morelos, Agosto 27, 1911
GENERAL EMILIANO ZAPATAVilla de Ayala, Morelos, Agosto 27, 1911
AL PUEBLO DE MORELOS
Desde que os invité en la Villa
de Ayala a verificar el movimiento revolucionario contra el déspota
Porfirio Díaz, tuve el honor de que os hubiérais aprestado a la lucha
militando bajo mis órdenes, con la satisfacción de ir a la reconquista
de vuestros derechos y libertades usurpadas. Juntos compartimos los
azares de la guerra, la desolación de nuestros hogares, el derramamiento
de sangre de nuestros hermanos, y los toques marciales de los clarines
de la victoria.
Mi
ejército fue formado por vosotros, conciudadanos, nimbados por la
aureola brillante del honor sin mancha; sus proezas las visteis desde
Puebla hasta este jirón de tierra bautizada con el nombre de Morelos,
donde no hubo más heroicidad que la de vosotros, soldados, contra los
defensores del tirano más soberbio que ha registrado en sus páginas la
historia de México; y aunque nuestros enemigos intentan mancillar las
legítimas glorias que hemos realizado en bien de la patria, el reguero
de pueblos que ha presenciado nuestros esfuerzos contestará con voces de
clarín anatematizando a la legión de "traidores científicos" que aun en
las pavorosas sombras de su derrota, forjan nuevas cadenas para el
pueblo o intentan aplastar la reivindicación de esclavos, de parias, de
autómatas, de lacayos.
La
opresión ignominiosa de más de treinta años ejercitados por el
revolucionario ambicioso de Tuxtepec; nuestras libertades atadas al
carro de la tiranía más escandalosa, sólo comparable a la de Rusia, a la
de Africa ecuatorial; nuestra soberanía de hombres libres no era otra
cosa que la más sangrienta de las burlas.
La
ley no estaba más que escrita y sobre de ella el capricho brutal de la
turba de sátrapas de Porfirio Díaz, siendo la justicia un aparato
gangrenado, dúctil, elástico que tomaba la forma que se le daba en las
manos de jueces venales y sujeto al molde morboso de los señores de
horca y cuchillo.
El
pueblo mexicano pidió, como piden los pueblos cultos, pacíficamente, en
la prensa y en la tribuna, el derrocamiento de la dictadura, pero no se
le escuchó; se le contestó a balazos, a culatazos y caballazos; y sólo
cuando repelió la fuerza con la fuerza, fue cuando se oyeron sus quejas,
y el tirano, lo mismo que la comparsa de pulpos científicos, se vieron
vencidos y contemplaron al pueblo vencedor.
La Revolución que acaba de triunfar, iniciada en Chihuahua por el invicto caudillo de la Democracia C.
Francisco I. Madero, que nosotros apoyamos con las armas en la mano lo
mismo que el país entero, ha tenido por lema "Sufragio Efectivo. No
Reelección"; ha tratado de imponer la justicia basada en la ley,
procurando el restablecimiento de nuestros derechos y libertades
conculcadas por nuestros opresores del círculo porfiriano, que en su
acalorada fantasía aún conspiran por sus antiguos privilegios, por sus
comedias y escamoteos electorales, por sus violaciones flagrantes de la
ley.
En los momentos de llevarse a cabo las elecciones para Diputados a la Legislatura
del Estado, los enemigos de nuestras libertades, intrigando de una
manera oprobiosa, me calumniaron a mí y al Ejército Libertador que
representa nuestra causa, al grado de haberse mandado tropas federales a
licenciarnos por la fuerza, porque los señores "científicos" así lo
pidieron, para desarmarnos o exterminarnos en caso necesario, a fin de
lograr los fines que persiguen en contra de nuestras libertades e
instituciones democráticas.
Un
conflicto sangriento estuvo a punto de realizarse: nosotros, yo y mi
ejército, pedimos el retiro de las fuerzas federales, por ser una
amenaza para la paz pública y para nuestra soberanía, e hicimos una
petición justa al Supremo Gobierno y al señor Madero, que la prensa
recta y juiciosa de la Capital de la República, comentó con su pluma en sabios conceptos en nuestro favor.
Los
científicos como canes rabiosos, profirieron contra nosotros vomitando
injurias y calumnias, calificándonos de bandidos, de rebeldes al Supremo
Gobierno, cosa que ha sido desmentida por la opinión pública y por
nuestra actitud pacífica y leal al Supremo Gobierno y al señor Madero.
Los
enemigos de la patria y de las libertades de los pueblos, siempre han
llamado bandidos a los que se sacrifican por las causas nobles de ellos.
Así llamaron bandidos a Hidalgo, a Alvarez, a Juárez, y al mismo
Madero, que es la encarnación sublime de la Democracia
y de las libertades del pueblo mexicano, y que ha sido el derrocador
más formidable de la tiranía, que la patria saluda con himnos de gloria.
El jefe de la Revolución
don Francisco I. Madero vino a Cuautla y entre delegados de pueblos y
jefes de mi ejército se convino, en bien de los principios que hemos
defendido y de la paz de nuestro Estado, en lo siguiente:
1.- Licenciamiento del Ejército Libertador;
2.- Que a la vez que se licenciaba al Ejército Libertador, se retirarían las fuerzas Federales del Estado;
3.- Que la seguridad pública del Estado quedaría a cargo de fuerzas insurgentes de los Estados de Veracruz e Hidalgo;
4.- Que el Gobernador provisional de nuestro Estado sería el ingeniero Eduardo Hay;
5.- Que el Jefe de las Armas sería el Teniente Coronel Raúl Madero;
6.- Que el sufragio de las próximas elecciones sería efectivo, sin amenaza y sin presión de bayonetas; y
7.- Que los jefes del Ejército Libertador tendrían toda clase de garantías para ponerse a cubierto de calumnias.
Estas fueron las promesas y convenios establecidos entre nosotros y el Jefe de la Revolución
don Francisco I. Madero, quien expresó estar autorizado por el Supremo
Gobierno para llevar a la vía de la realidad lo antes convenido.
Si
desgraciadamente no se cumple lo pactado, vosotros juzgaréis: nosotros
tenemos fe en nuestra causa y confianza en el señor Madero; nuestra
lealtad con él, con la patria y con el Supremo Gobierno ha sido inmensa,
pues mis mayores deseos lo mismo que los de mi ejército son y han sido
por el pueblo y para el pueblo de Morelos teniendo por base la justicia y
la ley.
Villa de Ayala, agosto 27 de 1911.
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